El viernes fue día 23 de mayo, un añito de mi segunda operación y de mi verdadero comienzo de sanación, el bicho se fue, para no volver.
No recuerdo si ya lo conté pero, da igual, si es así lo voy a volver a repetir.
Albert Espinosa en su libro "El mundo amarillo" dice:
"...Siempre he pensado en el poder del 23, creo que es un número mágico...Realmente el 23 es alucinante. Pero no son estas razones las que me llevaron a creer que el 23 es básico en la vida sino porque yo también tuve una relación con ese número: perdí mi pierna un 23 de abril. Y sin duda comencé a creer lo que mucha gente dice, que el 23 tiene que ver con muchas vidas... Es un número que la naturaleza ama.
Así creo yo en este número, en su potencial positivo. Estoy absolutamente convencido de que el 23 es un número mágico, un número que trae suerte."
¿Será casualidad?, Será el destino?, ¿La cosas ocurren por algo?...
Pues no sé, pero ya veis, ese 23 ya no tuve cáncer. El viernes en algunos momentos pensaba: ¿cómo estaba ahora mismo hace un año? Me veía de nuevo en la cama del hospital, recordaba el momento del ingreso y la compañera de habitación que compartió esos momentos, al doctor Sousa pintándome las tetas antes de bajarme al quirófano, la entrada a éste y el primer pinchazo, la luz del quirófano y a la enfermera diciéndome piensa dónde te vas de vacaciones, a toda mi familia y amigos esperando y el despertar, con la sensación de que no había pasado el tiempo...
Ha pasado un año y de los 23 deseos que me plantee hacer, unos días antes de la operación, me faltan 7 por cumplir, ¿no está mal, no?.
Algunos han sido imposibles, de momento, han coincidido tiempos difíciles emocionalmente y quiero vivir la ilusión de que su momento llegará.
Del cáncer estoy bien y en plena reconstrucción personal y conectando con la vida.
Quizá me está costando un poquito más de lo que pensaba pero lo importante es no salirse del camino aunque hagamos más descansos. Tener la meta clara y caminar pasito a pasito.
En muchos aspectos soy otra persona, he crecido, he cargado mi mochila con mucho más amor, muchas más personas, muchos más sentimientos, muchos más miedos, muchos más agradecimientos, mucho más cuidado a mi cuerpo y a mi mente, muchos más intereses, con más empatía hacia la enfermedad, y sobre todo con la convicción de que quiero caminar bien acompañada y siempre a favor de la vida.
